miércoles, 13 de julio de 2011

CANCIÓN DE LA VIDA PROFUNDA





El hombre es una cosa vana, variable y ondeante...
MONTAIGNE











Hay días en que somos tan móviles, tan móviles,
como las leves briznas al viento y al azar.
Tal vez bajo otro cielo la Gloria nos sonríe.
La vida es clara, undívaga, y abierta como un mar.
Y hay días en que somos tan fértiles, tan fértiles,
como en abril el campo, que tiembla de pasión:
bajo el influjo próvido de espirituales lluvias,
el alma está brotando florestas de ilusión.
Y hay días en que somos tan sórdidos, tan sórdidos,
como la entraña obscura de oscuro pedernal:
la noche nos sorprende, con sus profusas lámparas,
en rútiles monedas tasando el Bien y el Mal.
Y hay días en que somos tan plácidos, tan plácidos...
(¡niñez en el crepúsculo! ¡Lagunas de zafir!)
que un verso, un trino, un monte, un pájaro que cruza,
y hasta las propias penas nos hacen sonreír.
Y hay días en que somos tan lúbricos, tan lúbricos,
que nos depara en vano su carne la mujer:
tras de ceñir un talle y acariciar un seno,
la redondez de un fruto nos vuelve a estremecer.
Y hay días en que somos tan lúgubres, tan lúgubres,
como en las noches lúgubres el llanto del pinar.
El alma gime entonces bajo el dolor del mundo,
y acaso ni Dios mismo nos puede consolar.
Mas hay también ¡Oh Tierra! un día... un día... un día...
en que levamos anclas para jamás volver...
Un día en que discurren vientos ineluctables
¡un día en que ya nadie nos puede retener!

Porfirio Barba Jacob

LA SILLA VACÍA

Todos miraban la silla vacía, la que a gritos reclamaba la presencia de su dueño. No era difícil adivinar que le había ocurrido a Juan.
Una semana antes, su maestro de ingles lo había sorprendido jugando con sus compañeros de clase en el salón tirando papeles arrugados como pelotas de beisbol y aviones que transportaban el mensaje de… ¡Rompamos la monotonía del silencio! Para los demás compañeros de clase no había problema, pero para Juan sí, porque él era el niño problema de la clase, que aunque repitente, poco llenaba las expectativas de los maestros del curso.
Ese mismo día, martes a la sexta hora, donde el cansancio y el hambre se apoderaban de los chicos del colegio, luego de un día de oír una y otra vez las mismas voces de los maestros quienes repetían el discurso que todos los años daban al grado 8B y que para Juan era difícil hallar algo nuevo. Esto era lo que él sentía cada vez que sus maestros se retiraban uno a uno de las clases con 8B.
-¡Saquen el cuaderno, escriban y hagan silencio!- Era la frase persistente de cada maestro al entrar al salón de clases. Y ni que decir la frase tan temida por todos, en una semana será el examen de todo lo visto, siempre con un tono que anunciaba el desastre total.
-Hagan cincuenta ejercicios y cuidadito con hacer trampa- decía el profesor Eduardo, el más temido por todos por ser el profesor “cuchilla” del colegio.
-Estos jóvenes de hoy en día no quieren nada- agregaba el maestro. A lo que Juan añadía en su voz interior
-Más bien que le pasara al maestro Eduardo, que no ha cambiado en nada. Todo es igual, hace nueve años. Bueno, hace ocho años, porque de pequeño en preescolar podía jugar, reír y construir castillos de arena en el Viejo parquecito de mi escuela. Recuerdo a mi maestra Raquel, ella era alegre. Me abrazaba cuando el recuerdo de mi madre ausente venia a mi memoria, seguido de un llanto desolador. Quizás era en ese momento cuando ella se detenía a mirar mis manitos con moretones los que me anunciaban otro golpiza de papa. Desde que mama murió todo era dolor y tristeza, pero ella, mi maestra Raquel, me hacia olvidar un poco mi desolación.
Por eso Juan se seguía preguntando, por que los demás maestros no eran como ella, como su profesora Raquel.
-Han pasado ocho años y todo sigue igual con papa y los maestros.-Era la idea que le daba vueltas una y otra vez. Ummm! Pero lo peor está por venir.
Y dicho y hecho. Juan fue llevado ese martes a la sexta hora a coordinación, para ser juzgado y sentenciado de una vez y para siempre. Por fin ya no volvería a ser la tortura de sus maestros. Aunque lo peor era saber que no estaría más en el colegio con su amigo Pipe. Él era el hermano que nunca había tenido. Era su amigo del alma con quien aprendió el valor de la amistad, un día en que la maestra los dejo sin recreo.
-Eso es injusto! Porque Juan no estaba haciendo indisciplina.- Alegaba Pipe, pero de nada valía, porque los maestros solo entendían que Juan era el chico problema de la clase de 8B.
Esto era lo último que recordaría Juan en su paso por la escuela. Su profe Raquel y la mirada de Pipe que le decía:
- Sabes que tienes un inmenso valor, aunque los demás nunca lo sabrán.
Juan miro el horizonte. Sabía que lo único que le quedaba era la soledad de la calle, lugar de donde jamás volvió.

domingo, 22 de mayo de 2011

ME GUSTA CUANDO CALLAS

 

ME GUSTA CUANDO HABLAS… ME GUSTA CUANDO CALLAS…
Neruda al Revés Neura al Derecho
Me gustas cuando hablas porque estás tan presente,
y no me oyes desde lejos, y mi voz si te toca.
En la seguridad de tus ojos has caminado
y en la certeza de tus besos has abierto la boca.

En tan pocas cosas está tan vacía mi alma
no te encuentro en el vacío, ¡oh alma mía!
Eres mariposa real, para tocar y acariciar mi alma
Y para hacer de mis palabras todo un canto de alegría.

Me gustas cuando hablas y estas tan cercana.
Y cantas a la vida, mariposa en mi barullo.
Y no me oyes desde lejos, y mi voz sí te alcanza:
Déjame que te hable en las voces de mi arrullo.

Guardo silencio también con tus palabras.
Oscuro como la neblina, complejo como el espiral.
Eres como el día, hablada y despejada
Tu voz es de nubes, cercana en tu raizal.

Me gustas cuando hablas porque estás tan presente.
Cercana, vigorosa, y viva en tu beldad.
Un silencio viene, una expresión bastan.
Y estoy sosegado, sosegado de que sea verdad.

(Luis Guillermo Jaramillo E. Adaptación).
(Abril 28 de 2008)
Me gustas cuando callas porque estás como ausente,
y me oyes desde lejos, y mi voz no te toca.
Parece que los ojos se te hubieran volado
y parece que un beso te cerrara la boca.

Como todas las cosas están llenas de mi alma
emerges de las cosas, llena del alma mía.
Mariposa de sueño, te pareces a mi alma,
y te pareces a la palabra melancolía.

Me gustas cuando callas y estás como distante.
Y estás como quejándote, mariposa en arrullo.
Y me oyes desde lejos, y mi voz no te alcanza:
Déjame que me calle con el silencio tuyo.

Déjame que te hable también con tu silencio
claro como una lámpara, simple como un anillo.
Eres como la noche, callada y constelada.
Tu silencio es de estrella, tan lejano y sencillo.

Me gustas cuando callas porque estás como ausente.
Distante y dolorosa como si hubieras muerto.
Una palabra entonces, una sonrisa bastan.
Y estoy alegre, alegre de que no sea cierto.

(Pablo Neruda).
(Veinte poemas de amor y una canción desesperada, 1924).